Bruce Porter, EE. UU., capellán en la Zona Cero
24 de abril. Bruce Porter. Pastor. Bombero. Capellán. Bruce lo ha hecho todo. Su cargo como oficial de liderazgo moral en la Patrulla Aérea Civil lo ha llevado a numerosos lugares donde se han producido desastres, tanto en EE. UU. como en el resto del mundo.
Bruce también es autor y conferenciante motivacional, y ha viajado a más de 40 países para compartir el evangelio.
Si ignoras las grandes preguntas, la fe se desmorona. Si luchas con Dios, la fe crece.
En las estribaciones de las Montañas Rocosas, Bruce Porter contemplaba el vasto cielo estrellado con un nudo en la garganta. Encendió una hoguera en su jardín y se sentó junto a ella. «Señor, vas a tener que explicarme estas cosas porque no las entiendo». La imagen de Dios que tenía en su mente, del tamaño de una cartera, no encajaba con los horrores que había presenciado.
Durante años, Bruce había servido a quienes se habían visto afectados por tragedias. Estuvo junto a la madre de Rachel Scott cuando se produjo la masacre de la escuela secundaria Columbine y ella descubrió que su hija había sido asesinada. Lloró con los bomberos en la Zona Cero, mientras buscaban supervivientes entre los escombros causados por los terroristas el 11 de septiembre. Había rezado con los afligidos agentes de policía tras el tiroteo de 2002 en una escuela secundaria de Erfurt, Alemania.
Bruce creía que el evangelio viajaba «con la menor resistencia posible por el hilo dorado de la compasión». Así que llevó el amor de Cristo al trauma, al dolor y a la calamidad. A veces hablaba en mítines o llevaba donativos económicos. Siempre caminaba entre los que sufrían. Escuchaba. Rezaba. Les mostraba que no estaban solos.
Pero el reciente viaje de Bruce a Beslán, Rusia, lo destrozó. Había visto pequeñas huellas de manos ensangrentadas en las paredes de la escuela, dejadas por niños que habían intentado saltar por las ventanas para escapar del terror.
La comunidad cristiana de Beslán celebraba tradicionalmente el primer día de la escuela primaria vistiéndose con sus mejores ropas y llevando pequeños regalos a los maestros. Pero aquel horrible día, el 1 de septiembre de 2004, terroristas islámicos chechenos, con equipo militar completo, irrumpieron en el patio de la escuela y tomaron como rehenes a más de mil niños, padres y profesores. Los terroristas colocaron bombas por toda la escuela. Asesinaron a maridos e hijos, mientras obligaban a las esposas y hermanas a mirar. Las mujeres y las niñas sufrieron abusos inimaginables.
Tras un asedio de tres días, los periódicos informaron de 350 muertos. Pero Bruce vio la fosa común. Había al menos 500.
Más de 700 niños y adultos resultaron heridos, más de los que el hospital podía acoger. Para evaluar las heridas y priorizar la atención médica, los heridos fueron colocados en el césped exterior y rociados con mangueras de jardín. Bruce había caminado entre la comunidad traumatizada llevando ayuda, consuelo y sus lágrimas.
Pero ahora, de vuelta a casa, los recuerdos asaltaban a Bruce. Recuerdos que no podía compartir. Si se lo contaba a alguien más que a Dios, heriría, como él había sido herido. Pero Bruce no podía ignorar sus preguntas. Para que la fe sobreviviera, tenía que encontrar un terreno firme. Solo Dios podía ayudarlo.
Bruce recitó un salmo. «Cuando contemplo tus cielos, obra de tus dedos, la luna y las estrellas que tú has creado, ¿qué es el ser humano para que te acuerdes de él, el ser humano para que te preocupes por él?» (Salmo 8: 3, NVI).
Las estrellas eran su catedral. Aquí sería brutalmente honesto. Bruce estaba ofendido con Dios y pensó que debía decírselo de inmediato. Al igual que con las relaciones humanas, era mejor no dejar cuentas pendientes.
Bruce lloró su dolor. «¿Por qué existe el mal?», gritó. Habló con Dios sobre los horrores que no podía contarle a nadie más. Vomitó su frustración. La ira. Si Dios era bueno y Dios era amor, ¿por qué permitía que mataran a niños pequeños, que implosionaran edificios para aplastar a personas o que asesinaran brutalmente a la joven Rachel? No podía aceptarlo.
La honestidad le proporcionó una gran curación.
Bruce tuvo varias sesiones junto a esa fogata. Dios le ayudó a procesar el dolor, la ira y las preguntas. Y Dios le mostró cuándo necesitaba descansar de servir y cuándo estaba listo para continuar.
Finalmente, Bruce encontró la paz en la creencia de que nada sucedía en el universo que sorprendiera a Dios. Nada sucedía que Dios no pudiera redimir. Aunque Dios no era el autor del pecado, tenía un propósito en todo.
Bruce no podía controlar nada. Dios era la autoridad suprema. Confiar en que Dios controla el mundo se convirtió en la forma de Bruce de vivir sin miedo.
¿Qué preguntas difíciles necesitas resolver con Dios? Si ignoras las grandes preguntas, la fe se desmorona. Si luchas con Dios, la fe crece.
«Reseña editorial de Amazon: Sobre el autor». 9/11 Target: Un socorrista de la Zona Cero habla sobre la tiranía, el engaño y la libertad cristiana. Consultado el 3 de agosto de 2020. https://www.amazon.com/11-Target-Responder-Deception-Christian/dp/1530161770
Basado en una entrevista con Bruce Porter.
Historia leída por Blake Mattocks.
Historia escrita por Paula Moldenhauer, http://paulamoldenhauer.com/
¿Te gustaría saber más sobre este hombre?
Para más información, lee los libros de Bruce, The Martyrs Torch: The Message of the Columbine Massacre (La antorcha de los mártires: el mensaje de la masacre de Columbine) y Destroying the Shadow Agenda: A Christian Manifesto (Destruyendo la agenda oculta: un manifiesto cristiano).
